Hoy en día es increíble ver la poca importancia que se le da a participar de la cena del señor que cada domingo Dios nos da la posibilidad de celebrar.
Digo que es increíble por qué no sé por qué yo mismo subestime este acto. Hasta hace pocos días. Tengo 26 años de ser católico, y hasta ahora llevo 1 mes de fe verdadera en mi corazón. 1 mes en el que Dios me ha enseñado que todo lo que ha puesto en mi vida es por una razón, que aunque yo he sufrido mucho ( y si sufrí mucho a mi punto de vista, sé que hay gente que sufre cosas mil veces más difíciles que las mías, sin embargo para mí lo que yo he pasado ha sido duro, y lo que está por venir lo es aún más)el siempre ha estado ahí y siempre me ha cuidado aunque yo lo haya negado mil veces, aunque haya querido buscar explicaciones a su existencia o a su no existencia, el nunca me ha vuelto el rostro, siempre ha estado ahí pero no se le dejo entrar.
Mi vida en este tiempo ha pasado cosas que nunca pensé que pasaran, y descubrí la santidad misma en mi hogar con la bendición de una madre que siempre oro por mí, por mi familia, por mi padre; aun cuando su corazón y su cuerpo no aguantaran tanto daño siguió orando.
Creo y espero en Dios que la respuesta a sus oraciones se irá dando poco a poco a como este escrito por Dios y estoy seguro de que cuando ella vaya al cielo será tratada como la santa que es.
Volviendo al tema inicial (hice un poco la introducción para que sepan por que escribo esto)
Cada domingo se ve un acto increíble, la representación de Jesucristo por el sacerdote en comunión con Dios, dándonos el cuerpo de Cristo. Muchos dirán que es una simple hostia pero para nosotros como católicos es muchísimo más
La sagrada comunión significa:
- La unión con Cristo y su Iglesia.
- La unión entre todos los cristianos.
- Alimento para nuestra alma.
- Aumento de la vida de gracia.
- El perdón de los pecados veniales.
- Nos da fuerzas para rechazar las tentaciones y no cometer pecado mortal.
Hace poco comulgue luego de muchísimo tiempo sin hacerlo, pero nunca he sentido la necesidad tan grande de hacerlo, como si algo me llamara a ir. Esa ansiedad que no se puede evitar que no se sepa describir, que creo que solo el espíritu Santo puede causar.
Era la necesidad de fortalecer esa comunión con Dios, de recibir los dones que se nos conceden a través de la misma comunión.
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